"...el pasado no tiene peso en la gravedad del ahora..."

Arturo Meneses Arce: Escritor en ciernes, Poeta varado, Filósofo superado...

jueves, 20 de enero de 2011


EL MORRAL DE ROMÁN

    Tres cabezasos contra la pared bastaron para que viera estrellas y desapareciera las cincuenta carpetas vacías del salón de mi vista, en ese instante deseaba no haber venido al colegio y quedarme durmiendo hasta tarde en la placidéz de mi cama. Conciente de la ventaja de su tamaño y fuerza, su brazo ejecutor no contuvo la vorágine y adrenalina alevosa del fuerte contra el débil, ante la temerosa mirada de Leo y Beleván, el péfido De La Cruz sostuvo mi cuello para asestar el cuarto golpe con el que capitularía mi terca temeridad al contestarle su acostumbrada “faltosa” actitud, pero una cavernosa voz, que retumbó en el tímpano de mis mareados oídos, con un ¡Déjalo!, ¡No Seas Abusivo! detuvo en seco el certero golpe para soltarme y retomar su acostumbrado  saqueo en las carpetas de los compañeros en recreo; una tercera mano me levantó del suelo y al recomponerme solo atiné a decirle, mientras se dirigía hacia la puerta, ¡gracias! “Román” .
Samuel Román Martínez era un personaje de contrapeso en nuesta desequilibrada promoción, con el morral militar en la espalda, su llegada a finales de nuestra estadía Santarrosina alivió los sin sabores  propinados por el clásico “matoncito” de los que nunca faltan en los colegios. De altura sobre el promedio y contextura Militar, Román, se hizo respetar desde un primer momento, accesible  y tolerante a las bromas construyó amistades rápidamente, su carácter dócil contrastaba con la  cavernosa y broncínea voz de cuartel recluta producto de la convivencia permanente en los destacamentos de “La Marina” a la que, su padre, con regularidad era trasladado; vivía, según tengo entendido, en el Club Campestre de Sub-Oficiales, nos imaginamos que era una estadía privilegiada para cualquier adolescente; piscinas, canchas de fútbol, hembritas el fin de semana y harto verde pareciera que moldearon el carácter alegre y pasivo que lo definía como un buen amigo para todos; sus defectos tendría, pero pasaban desapercibidos cuando fruncía el seño y te miraba con “ojos de francotirador” sí, en alguna broma, se le pasaba la mano a uno. Por ahí escuché que tenía una simpática hermana, no como las de Lulo pero simpática, nunca la vimos, la resguardo bien de nosotros porque, conociéndonos, seguramente lo hubieramos jodido como hienas destrozan a una presa ya que, en el tema de las hermanas habían varios como Ysa, Talledo, San Román, Amado y Fuchi, siempre ávidos a desatar nuestra lujuria adolescente sobre las hermanas ajenas (¿recordará aun Steinmetz, como lo Jodían con su hermana?). Román no sólo a mí me cayó en gracia cuando evitó que “pocho” De la Cruz, por los golpes en mi cabeza, genere ataques de epilépsia en mi futuro más cercano, tenía buenos amigos que lo acompañaron hasta casi el final de sus días como Ludwing Leo, “El Guasón” Ramos (actualmente irreconocible y reencauchado), la “mosca” Beas, Ocampo, Roque  y Beleván. Punto a parte fue esa entrañable amistad colegial con el “huevo” Tejero y las muestras casi diarias de lucha libre entre ambos; aficionados al gimnasio, cultivaban el cuerpo con una disciplina competitiva entre ambos, después de cada sesión comparaban los resultados para exigir en otra tediosa ronda la perfección imposible en adultos prematuros. Debido a la cercanía militar de Samuel, le consiguió a “Huevo” un Morral igual al suyo, esa era la marca distintiba en ambos, llegaban juntos y se iban igual, con el morral militar en la espalda, “gomeándose y lapeándose” para luego detenerse y trenzarse en otra acostumbrada lucha libre en el salón, en los parques, en el paradero, en fin, verdaderos patas, de esos que no se ven todos los días. Si Tejero tenía manías exéntricas, Samuel no se quedaba atrás, recordarán la serpiente que Román tenía por mascota, en dos oportunidades la trajo de visita al salón, lo que propinó un afeminado griterío por parte de Roberto y otros compañeros/as como Villanueva; la gélida piel de la serpiente se paseó por algunas de nuestras manos, hasta en la de un celoso Talledo, quien veía peligrar su “status” de “Ofidio” oficial de la promoción.


     Quienes lo conocían de cerca darán fe que su morral estaba lleno de “cachibaches” aparentemente inservibles, pero, para Román, eran su Tesoro: una brújula, un cuchillo tipo“Rambo”, sogas, clavos, soldimix, gutapercha ; más parecían objetos para perpetrar un asesinato que para estudiar, claro, talvéz estába preparando  un posible escenario de sobrevivencia, pues el vivir al compás de las “Dianas” todos los días, lo pondría a uno realmente paranóico. En alguna oportunidad le pedí a Samuel que me consiguiera un morral igual, con bolsillos extra para campaña, arneces, broches, igual de verde olivo y así coserle los parches bordados de “W.A.S.P.”, “Misfits”, “GN’R” y “Iron Maiden”, pero  con la escaza propina de la hiperinflación aprista, a la justas me alcanzaba para un “chocomel” y un pan con huevo en el quiosco de “ Ely”; acepté mi realidad  y  ante la frustración el buen Román me obsequió algunos parches bordados de La Marina para no bajar mi autoestima. Debido a las innatas dotes militares de nuestro compañero fue elegido a la escolta del colegio; me corregirán algunos, pero creo que él llevaba orgullosamente el estandarte por los desfiles y actividades de la institución, siempre bajo la tutela del ojo avizor del “Cholo” Esquivel;  Román era su preferido, aunque en varias oportunidades le había partido la vara de policía escolar en la pierna como a muchos de nosotros. A finales del último bimestre Samuel empezó a “libar” dentro del salón; esperando la espalda de algún distraído profesor  gorgoreaba, con inusitada destreza para su edad sorbos de una “Chata de Ron” en plena clase, con el rostro enrojecido y más beódo que lúcido, recuedo haberlo ayudado, junto al gordo San Román, a llevarlo a la oficina de un complaciente y cómplice Walter Trillo, nuestro tutor. Claro, esta conducta no podía pasar desapercibida por Cotrina o el Padre Senén, “alguien” lo delató premeditadamente, sospecho que fue De La Cruz (no tengo como probarlo), pues era  recontra conocido la bronca que le tenía a Samuel, desgraciadamente esta felona conducta (entre otras) no tuvo el debido escarmiento por parte de todos nosotros.
      Todos recordaremos aquellos apoteósicos momentos de chongo en los que ya era clásico el “gritito” de Román: ¡Ahhh, Ahhh . . . Ahhh! que se mezclaban con las ocurrencias de Chacalita y el chato Guevara entre otros, fueron recuerdos inolvidables que se fueron apagando con las camisas firmadas y la graduación a fin de año. Mientras algunos compañeros se perdieron de vista, Román era fiel a las nostalgias, no era seguido pero a veces se venía caminando desde Ricardo Palma (donde recidía) haciendo un Tour de visitas a los compañeros de la promo, incluso junto a Edwin me visitaban para “cagarnos” de la risa en una interminable charla sobre los compañeros y profesores del Santa Rosa. En estas visitas ya no cargaba con su morral verde olivo, cada día que pasaba Samuel Román cargaba menos equipaje y menos peso en su cuerpo, cada día que pasaba su andar era más pausado y menos entusiásta.


   La Universidad fue tejiendo distancia e ingratos olvidos, disolviendo en algunos casos y estrechando en otros el cómplice compañerísmo del colegio. Román me dejó de visitar como agua de  río que discurre para nunca más volver, y, casi sin notarlo dejé de recordarlo. Salvo alguna escaza noticia de que “estaba enfermo”, sin saber de qué, una mañana sabatina Edwin Ramos, después de muchas Lunas, me volvió a visitar sin el “Samuelito” que lo acompañe (así lo llamábamos después del colegio), estrechándome su mano fría y sudosa para el saludo, y sin la sonrisa habitual, su rostro pálido expresaba, en una extraña mueca, la consternación de la última noticia de Román. Después de un profundo suspiro, serenamente narró la triste despedida de Samuel quien, doblegando la depresión de un desauciado pronóstico, emprendió a pie el último viaje para despedirse apoyado de un “bastón”, de sus  amigos más cercanos. Como reuniendo las últimas fuerzas que le quedaban y sin el morral de campaña que tanto le gustaba despidióse uno a uno de los amigos que lo querían, sin aceptar la ayuda y compañía de los mismos, decidió cargar sólo en su andar con la tristeza y el adiós hacia la innegable eternidad. En ese instánte recordé que semanas atrás un muchacho de aspecto solitario vino a buscarme pero no me encontró, creí y quise creer que fue Román quien caminando desde Chosica quiso también despedirse. Esta fría noticia me descompuso, caminé de mi vereda hacia el medio de la calle, levanté la vista y girando 360 grados volví a ver los cerros Chosicanos que planeábamos explorar, en esas interminables tertulias, junto a Samuel Román; coincidentemente (aunque no lo crean) un vecino ensayaba con su banda un “cover” de esa hermosa  y  triste canción de Kansas “Dust n´ the Wind”, los ojos se me aguaron y caminé  hasta la esquina junto a Edwin taradeando: "I close my Eyes, only for a moment and the moments gone, all my dreams, pass before my eyes a curyosity... dustn´ in the Wind, all there are is dust n´ the Wind...I will are  is dustn´the wind, now dont hang on, nothing last forever butthe earth and Sky..." ("...cierro mis ojos sólo por un momento y el momento se ha ido, todos mis sueños pasaron ante mis ojos una curiosidad... polvo en el viento, sólo somos polvo en el viento ... ahora resiste, nada dura para siempre, excepto la tierra y el cielo...").

   
 Un año después de lo acontecido me encontré, en una Combi, con “pocho” De La Cruz, quien  ya no era ni sombra de aquel personaje odioso y desleal que tanto martirizaba a algunos compañeros, parecía que el tiempo no había sido generoso y lo estancó en el tamaño que intimidaba en la secundaria; conversamos amistosamente  de los inolvidables años Santarrosinos, lo guapié, lo jodí y él se reía y tolera las bromas irreconociblemente; al aproximarse mi último paradero me despedí y él no aguantó la curiosidad y me preguntó si el Morral que yo llevaba en la espalda era igual al de Román, le dije que sí, pero con los parches bordados de la Marina que él me regaló...


FIN

No hay comentarios:

Publicar un comentario