"...el pasado no tiene peso en la gravedad del ahora..."

Arturo Meneses Arce: Escritor en ciernes, Poeta varado, Filósofo superado...

lunes, 7 de noviembre de 2011

Crónicas Peruanas.

... Que Modadef, el partido de Sendero esté lleno de terroristas no arrepentidos es una verdad de perogrullo, pero cuan responsables somos los peruanos de aquella generación del terrorismo que no hicimos NADA por educar y advertir para así evitar que los asesinos ahora reagrupados bajo nuestra democracia que tanto dinamitaron puedan construir un partido político; es inevitable culparnos del marásmo en épocas del crecimiento, nos cruzamos de brazos, perdidos en el resentimiento y la venganza política sin ver que el enemigo común de los peruanos la izquierda radical sembraba subterfugiamente en nuestras escuelas, universidades y sindicatos las semillas de su mala semilla, ahora no tenemos certeza, tan sólo apelamos al albur o azar que nuestro inquilino de palacio respete 17 años de crecimiento, ironía o tragedia peruana, aun somos un país inmaduro, aun adolescente ... "

miércoles, 9 de febrero de 2011

                         

                                LA ENTRADA AL LABERINTO

                          


Dícese que cuando Teseo recorría el laberinto de Creta no encontraba al minotauro, en su lugar, seguido del hilo dorado, halló una amplia galería de espejos. El jóven ateniense no salía de su perplejidad al verse expuesto a imágen en todos los ángulos posibles, el talante de su apolínea figura lo invitó a desnudarse para seguir contemplándose en mayor detalle. El tiempo fue diluyendo la tenue luz que discurría por la pétrea bóveda que lo acogía; de pronto, las imágenes presentaron distorciones como si el héroe estuviera al desamparo de algún alucinógeno. Resolvió salir del lugar cuando, entre las distorciones, reconoció la figura de su madre, en otra reconoció los años mozos cuando, aventajado en fuerza, abusaba de los lugareños amparado en la estirpe de su sangre; luego, se vió eliminando a perifetes, escirón y procustes. Observó que los espejos retrataban pasajes de su vida como la llegada a Atenas, el asesinato por sus manos de los hijos de Medea, el arribo a Cnoxos, la muerte de Cretenses, el rapto y abandono de Ariadna y la muerte de Egeo por el descuido de las velas. Atónito por las muertes procuradas por él, reconoció que los espejos dilucidaban en su interior y exponían a la verdadera bestia que estaba buscando, el minotauro vivía en Él ...

viernes, 28 de enero de 2011


PRIMA NOCTE

Talvez tu grito a mi ritmo impetuoso
abra los botones del jardín elíseo,
tu muerte momentánea
 disipe las sombras
mientras el suspiro
termina 
 un espasmo infinito...

Después tu desnudo sueño despierta
inocente bajo el cielo
desmedido
sin que nadie
tus pétalos recoja 
desojados 
tu
 tálamo 
recién
desvirgado... 

martes, 25 de enero de 2011



CHINÍN POR TRES


1.      Erase un niño inquieto, de relativa altura a nuestra escaza primaria, con el cabello lizo y brillante como los encharolados zapatos de los 80’ y el pantalón “Mocha Graña” plomo oscuro clásico, casi pulcro e invicto, sin los parches en las rodillas como usaba Yo, Roberto y Nino Rainusso. Creo que era un fetichista de las insignias pues las suyas estaban nuevas como recien compradas a la secretaria del colegio (cuyo próspero negocio, el abastecer de menaje relativo al Santa Rosa, recién empezaba). Carlos Santos Benavides de nombre completo, su primer apellido, a la sazón, sería una ironía, pues la  santidad y proligidad de su persona se fue diluyendo en los noventa como el prestigio del colegio.    “Chinín” como le decíamos, era un buen compañero, insólitamente lacónico para la cantidad de actividades que destacaba en la primaria, era bueno en matemáticas, lenguaje, participaba en actuaciones del salón, era bueno en fútbol ( lo que más le gustaba), sobre todo era buena gente; hablaba poco y hacía mucho, eso sí, tenía una particular risita “cachasienta” “ji, ji, ji ,ji …”. Fue una década, para el colegio, pródiga en glorias deportivas y académicas, no era raro contagiarnos con el entusiasmo y “Chinín” no era ajeno a las selecciones de menores, participaba en  ADECORE y era insustituible en el equipo “A” del salón; más de las veces mi Viejo lo invitaba y llevaba al “El Bosque” para que de “contrabando” juegue la copa  “Amistad” por el Club, pues era un delantero metódico y aguerrido, goleador no era, pero sí te las ponía todas fáciles, solo para añadirlas, debo confesar que me hizo famoso en mi mejor época como pelotero. No lo recuerdo en un cuadro de honor de los que por entonces los padres de uno se glorificaban pero dentro de los diez  primeros,  el  buen “Chinín”, destacaba.
2.     En la secundaria , ahora más locuaz, desaliñado y con nuevas actitudes, destacaba entre otras cosas por su hermana Angela cuya “personalidad” sobresalía  entre las demás nínfulas del Rosario de Fátima, en varias portunidades me calentó la mano y la de otros compañeros como al extraditado Loza del “San Agustín”. "Chinín" Santos fue dejando sus mejores cualidades de la primaria por otras mas estériles, a pesar de sus inseparables Ulises, Chacalita y Bindi se hizo uña y mugre con el recien adoptado “Mojovich” cuyo Croata apellido el gordo San Román e Iza se encargaron de inmortalizar con más de una broma. Mojovich lo inició en las artes oscuras y extremas del “Metal”( vèase trash, death, black ); la brillantez acadèmica y deportiva  de “Chinìn” se iban diluyendo entre las sombras de su propia rebeldìa, se aislò de cualquier actividad extracurricular y el fùtbol ya no era su fuerte. Pero ganò otros amigos supongo, era de los màs destacados “chongueros”, su mètodo era el del chongo-solapa, nadie, ningùn profesor lo pillò y si lo hicieron fue rara la vez que lo castigaron, esa cualidad etèrea, subterfugia, y clandestina lo mitificò; era asiduo al tràfico de pornos e infaltable en temas de “la paja”. Lo que le encantaba era Metal, junto a Plumen, Fuchi  y Yo el intercambio de revistas, cintas y discos era casi a diario, ahì descubrì una cualidad original en “Chinìn” tenìa una aficiòn por el arte, algunas caràtulas (fotocopias en blanco y negro) se encargaba de enbellecer con colores y buen gusto; con el lapicero, se acordaràn algunos, nos tatuò, es decir, dibujò iconografìa metal en nuestros brazos, el màs logrado fue la imitaciòn de las calaveras de Tracy Gun –guitarrista de “L.A. Guns”- al hombro de Carlos"Chacalita"García. Notè, por aquella època, que cierta melancolìa lo rondaba, nadie imaginò que entre sus bromas y travesuras solìa evadir aquel insondable sentimiento que desencadenarìa un final tràgico a nuestro entrañable amigo.
3.     Fuera del colegio nos encontramos estudiando en la academia "Ariel", era un hecho que  a él poco le importaban los estudios, recuerdo que recogía a su enamorada “la gata” que, en honor a su apodo, ya le había dejado sendos surcos en la cara, brazos y cuello. Por la música en común y el desauciado intento por formar una banda de Metal junto a Plumen nos hicimos más amigos pero sus reiteradas faltas a las reuniones, el viaje al extranjero de “Dedos” Villagrán y mi ingreso a San Marcos terminó por distanciarnos y lo perdí de vista. En algunas reuniones de Santa María me encontraba con Roberto y al preguntarle por la gente de la promo era inevitable  el tema “Chinín” cuya conducta iba en caída libre hasta su encierro junto a sus demonios; ignorante Yo y enterado Roberto el buen Santos arrastraba debilidades desde el colegio. Nunca fui ni seré nadie para juzgarlo, pero sus noticias me dejaban perplejo y con una profunda tristeza.
         Algunos años después y pocos antes de su muerte me lo encontré celebrando el cumpleaños de Leonardo en un lugar bautizado por ese genial “Chinín” como “Cueva de los Tallos” un huarique debajo del puentecillo peatonal de California entre piedras y juncos a orillas del río. La impresión que  me causó al verlo fue grande,"Chinín" ya no era más aquel chiquillo prolijo e intachable en la primaria, ni el rebelde metalero con sensibilidad artística de la secundaria, el buen “Chinín” dejo de ser “Santos”, era un hombre desgreñado, pálido, flaquísimo y con la barriga hinchada, su rostro reflejaba los avatares de la sobrevivencia de un acontecido encierro; en su abrazo beodo, lo sentí débil y quebrado, pensé que en cualquier momento se me partiría si lo abrazaba más efusivamente como en cualquier reencuentro  de amigos después de años. Mientras Yo ensayaba una precario extirpado de  de 8cm de vidrio en la planta del pie de Leonardo con su respectivo torniquete para evitar el desangre, “Chinín” no perdía la ironía y el ácido humor que lo hicieron famoso en nuestra promoción, hasta se reía de sí mismo y de su aciaga suerte. En un sin fín de aventuras en esos años que no nos vimos iba desilvanando la trayectoria de su propia tragedia, me reí mucho es verdad, pero tristemente ya no era el “Chinín” de antaño, era otro,  tan distinto como el que murió de forma cruel y trágica. El “chinín” Santos que recuerdo se inmortaliza en los mejores momentos de nuestra juventud para descanzar en paz junto a otros (a su manera) héroes de mi promoción colegial ...

                                                       
                                                      FIN

jueves, 20 de enero de 2011



LOS SONIDOS DEL SILENCIO



   Nunca fue de buen augurio que el Padre Nicolás Cotrina, director del colegio Santa Rosa, entrára al salón del 3ª de secundaria, sus inesperadas inspecciones estaban plagadas de recriminaciones, castígos e insoportables discursos sobre la rectitud y disciplina, pero, esta vez, su improvisada visita, no sería la excepción, el cura nos traería la peor noticia en la historia de nuestra estadía santarrosina. Modulando su insufrible y chillosa voz, su rostro pétreo y cansino articulaba aquella noticia que conmocionó, ya lo dije antes, a la promoción: el fallecimiento de “Fernando Lecaros Terry”. Nuestros rostros se oscurecieron y el luto fue inmediato, algunos como a mí, un frío  hormigueo recorrió nuestra columna vertebral y el vacío próximo de su carpeta  acaparó nuestras miradas. Fernando, o Fernandito Lecaros como lo llamábamos, peleó la última de sus batallas; luego de una prolongada guerra contra el cáncer de la que podríamos sumar más victorias que derrotas, nuestro amiguito sucumbiría frente a un artero y desconocido enemigo que no bajó la guardia y  lo esperaba agazapado en el mejor momento de su vida.
   Lecaros nunca fue un lisiado o convaleciente, armado de valor luego de innumerables intervenciones quirúrgicas no le tenía miedo a la vida, su vitalidad contrastaba el largo historial de ausencias que se prolongaban por meses en los Estados Unidos, era sencillo para él recuperar el tiempo perdido, regresaba como nuevo y sonriente como si nada hubiera pasado para continuar con su vida de niño adolescente siempre dispuesto a las revanchas certeras con el estudio. Ineludiblemente querido por nuestros tutores desde los curitas santones como “Riverito”, inefables como “Severino” a profesores como el bigotón Franco y la “calurosa” Julieta Orellana, todos lo querían, por su notable esfuerzo para aparejar los primeros puestos con Quispe y Villanueva.
      Blanco como la leche y una delgadez aparentemente quebradiza su sonrisa era la carta de presentación para su extraordinario “don de gente”, buenísimo y amable hasta decir basta quien no recuerda su inolvidable “silenciosa voz” que retumbaba con la calidad de la buena dicción cuando en sus exposiciones todo el aula aquietaba las ansiedades propias de la edad para calladamente escuchar como el apenas susurro de su voz  discurría hasta en las sombras del salón. Para nadie era novedad que llamaba poderosamente la atención (sobre todo a quienes recién  lo conocían) la permanente cicatriz en la garganta producto de los papilomas de su cáncer, claro que para nosotros, acostumbrados a su “marca personal”, era tan normal, que, lejos de ser una incomodidad para él, no recuerdo a nadie, absolutamente a nadie molestarlo, por el contrario, lejos de la crueldad de los niños, para nosotros “ese tema” era tabú, pero, para ser fiel con la edad a hurtadillas se comentaban y formaban algunas “leyendas” e historia exóticas sobre su cicatríz como por ejemplo alguna vez escuché a  “chanfainita” Porras decir que si apretabas con el dedo la cicatríz, Fernandito hablaría normalmente como se lo hizo el chato Calderón con un lapicero; es decir, cosas de niños.
   Aun latente en mi memoria recuerdo aquella actuación por el día de la madre en la que formando un coro para entonar el tema “Marinero” nuestro buen amigo Fernandito participó en la primera fila del mismo como diciendo ¡aquí presente! con su “voz silenciosa”, al son de la flauta de Beni Steinmetz y de nuestro eterno soprano Bindi Albán; cuando reviso las fotos del pasado y veo el primer plano de esa instantánea, no nos imaginábamos que esta sería una de las últimas, si acaso, única actuación de Fernando Lecaros antes de su lamentable muerte. Ya entrando a la adolescencia los tabús se hiban soltando, a Fernando a veces lo jodíamos imitando el susurro de su voz y a veces, camorreramente todo el salón, siempre de “buena leche” sin maldad, pero el no se quedaba atrás, a mí me respondía con “Meneses-Menestra”  entonando gravemente su “silenciosa voz” o me respondía no sé que  lisuras o apodos en inglés idioma que hablaba silenciosamente a la perfección. Todos lo queríamos, era inevitable un cariño especial para él, recuerdo la gran amistad que lo enlazó con Nino Rainusso dentro y fuera del colegio, o jugando a las canícas en el patio de la primaria con Quispe y  el  gordo Alvarado.
   En los 80´, no sé si porque éramos niños, percibíamos un ambiente de agradable solidaridad, varias veces los padres de familia organizaban colectas y actividades para que Lecaros viaje a U.S.A. a seguir su, ya de por sí, carísimo tratamiento y la colección de cuentos recopilado por Víctor Soracel (su viejo con el apellido al revés) era protagonista de las bibliotecas de casa, aun conservo ese hermoso, amarillento y deshilachado libro con el que inicié mi afición por la lectura.
   El día que el salón asistió al velorio una insertidumbre acompañó al féretro, el sociego de su rostro marcaría un antes y después a la promoción, la triste ausencia de Lecaros marcó el inicio de nuestra adolescencia, dejamos de ser niños para, como hombres, afrontar los adioses perpetuos y que la vida, a veces, suele ser demasiado ingrata tan tempranamente en nosotros; algunas lágrimas familiares, caras largas y la tristeza de una conmovida profesora “Patricia” ( la muy querida y muy deseada) enmarcaron la sombría mañana  Chosicana, mientras en fila india los Meneses, San Romanes, Talledos, Quispes, Alvarados y toda la sección “A” subían al Bus con destino a la última despedida de nuestro Pequeño amigo.
   Fueron muchos los años que compartimos gratos y felíces momentos con Lecaros, sobre todo se evocan los más infantíles, aquellos en que la inocencia no entendía de dramas ajenos a lo que, no me parece pertinente, explorar el verdadero “vía crusis” de la enfermedad que lo aquejaba, más sí podría afirmar que él, como pocos, era un verdadero valiente al soportar estoícamente a un implacable cáncer durante años. Fernandito trastocó el ideal de la figura heróica, atlética y apolínea, a su edad era un héroe real no de la ficción que  tanto nos gustaba, le vastó sólo un corazón, un corazón tan grande que no le cabía en su menudo cuerpo.
   Nunca como ahora el silencio cobra una inusitada relevancia, pues, en nuestro alborotado salón, aun  con los años después de su muerte se puede escuchar una voz, en la que casi como un susurro Fernando Lecaros al llamado de la lista de los estudiantes nos dice a la promoción ¡presente!

                                                                       FIN...

EL MORRAL DE ROMÁN

    Tres cabezasos contra la pared bastaron para que viera estrellas y desapareciera las cincuenta carpetas vacías del salón de mi vista, en ese instante deseaba no haber venido al colegio y quedarme durmiendo hasta tarde en la placidéz de mi cama. Conciente de la ventaja de su tamaño y fuerza, su brazo ejecutor no contuvo la vorágine y adrenalina alevosa del fuerte contra el débil, ante la temerosa mirada de Leo y Beleván, el péfido De La Cruz sostuvo mi cuello para asestar el cuarto golpe con el que capitularía mi terca temeridad al contestarle su acostumbrada “faltosa” actitud, pero una cavernosa voz, que retumbó en el tímpano de mis mareados oídos, con un ¡Déjalo!, ¡No Seas Abusivo! detuvo en seco el certero golpe para soltarme y retomar su acostumbrado  saqueo en las carpetas de los compañeros en recreo; una tercera mano me levantó del suelo y al recomponerme solo atiné a decirle, mientras se dirigía hacia la puerta, ¡gracias! “Román” .
Samuel Román Martínez era un personaje de contrapeso en nuesta desequilibrada promoción, con el morral militar en la espalda, su llegada a finales de nuestra estadía Santarrosina alivió los sin sabores  propinados por el clásico “matoncito” de los que nunca faltan en los colegios. De altura sobre el promedio y contextura Militar, Román, se hizo respetar desde un primer momento, accesible  y tolerante a las bromas construyó amistades rápidamente, su carácter dócil contrastaba con la  cavernosa y broncínea voz de cuartel recluta producto de la convivencia permanente en los destacamentos de “La Marina” a la que, su padre, con regularidad era trasladado; vivía, según tengo entendido, en el Club Campestre de Sub-Oficiales, nos imaginamos que era una estadía privilegiada para cualquier adolescente; piscinas, canchas de fútbol, hembritas el fin de semana y harto verde pareciera que moldearon el carácter alegre y pasivo que lo definía como un buen amigo para todos; sus defectos tendría, pero pasaban desapercibidos cuando fruncía el seño y te miraba con “ojos de francotirador” sí, en alguna broma, se le pasaba la mano a uno. Por ahí escuché que tenía una simpática hermana, no como las de Lulo pero simpática, nunca la vimos, la resguardo bien de nosotros porque, conociéndonos, seguramente lo hubieramos jodido como hienas destrozan a una presa ya que, en el tema de las hermanas habían varios como Ysa, Talledo, San Román, Amado y Fuchi, siempre ávidos a desatar nuestra lujuria adolescente sobre las hermanas ajenas (¿recordará aun Steinmetz, como lo Jodían con su hermana?). Román no sólo a mí me cayó en gracia cuando evitó que “pocho” De la Cruz, por los golpes en mi cabeza, genere ataques de epilépsia en mi futuro más cercano, tenía buenos amigos que lo acompañaron hasta casi el final de sus días como Ludwing Leo, “El Guasón” Ramos (actualmente irreconocible y reencauchado), la “mosca” Beas, Ocampo, Roque  y Beleván. Punto a parte fue esa entrañable amistad colegial con el “huevo” Tejero y las muestras casi diarias de lucha libre entre ambos; aficionados al gimnasio, cultivaban el cuerpo con una disciplina competitiva entre ambos, después de cada sesión comparaban los resultados para exigir en otra tediosa ronda la perfección imposible en adultos prematuros. Debido a la cercanía militar de Samuel, le consiguió a “Huevo” un Morral igual al suyo, esa era la marca distintiba en ambos, llegaban juntos y se iban igual, con el morral militar en la espalda, “gomeándose y lapeándose” para luego detenerse y trenzarse en otra acostumbrada lucha libre en el salón, en los parques, en el paradero, en fin, verdaderos patas, de esos que no se ven todos los días. Si Tejero tenía manías exéntricas, Samuel no se quedaba atrás, recordarán la serpiente que Román tenía por mascota, en dos oportunidades la trajo de visita al salón, lo que propinó un afeminado griterío por parte de Roberto y otros compañeros/as como Villanueva; la gélida piel de la serpiente se paseó por algunas de nuestras manos, hasta en la de un celoso Talledo, quien veía peligrar su “status” de “Ofidio” oficial de la promoción.


     Quienes lo conocían de cerca darán fe que su morral estaba lleno de “cachibaches” aparentemente inservibles, pero, para Román, eran su Tesoro: una brújula, un cuchillo tipo“Rambo”, sogas, clavos, soldimix, gutapercha ; más parecían objetos para perpetrar un asesinato que para estudiar, claro, talvéz estába preparando  un posible escenario de sobrevivencia, pues el vivir al compás de las “Dianas” todos los días, lo pondría a uno realmente paranóico. En alguna oportunidad le pedí a Samuel que me consiguiera un morral igual, con bolsillos extra para campaña, arneces, broches, igual de verde olivo y así coserle los parches bordados de “W.A.S.P.”, “Misfits”, “GN’R” y “Iron Maiden”, pero  con la escaza propina de la hiperinflación aprista, a la justas me alcanzaba para un “chocomel” y un pan con huevo en el quiosco de “ Ely”; acepté mi realidad  y  ante la frustración el buen Román me obsequió algunos parches bordados de La Marina para no bajar mi autoestima. Debido a las innatas dotes militares de nuestro compañero fue elegido a la escolta del colegio; me corregirán algunos, pero creo que él llevaba orgullosamente el estandarte por los desfiles y actividades de la institución, siempre bajo la tutela del ojo avizor del “Cholo” Esquivel;  Román era su preferido, aunque en varias oportunidades le había partido la vara de policía escolar en la pierna como a muchos de nosotros. A finales del último bimestre Samuel empezó a “libar” dentro del salón; esperando la espalda de algún distraído profesor  gorgoreaba, con inusitada destreza para su edad sorbos de una “Chata de Ron” en plena clase, con el rostro enrojecido y más beódo que lúcido, recuedo haberlo ayudado, junto al gordo San Román, a llevarlo a la oficina de un complaciente y cómplice Walter Trillo, nuestro tutor. Claro, esta conducta no podía pasar desapercibida por Cotrina o el Padre Senén, “alguien” lo delató premeditadamente, sospecho que fue De La Cruz (no tengo como probarlo), pues era  recontra conocido la bronca que le tenía a Samuel, desgraciadamente esta felona conducta (entre otras) no tuvo el debido escarmiento por parte de todos nosotros.
      Todos recordaremos aquellos apoteósicos momentos de chongo en los que ya era clásico el “gritito” de Román: ¡Ahhh, Ahhh . . . Ahhh! que se mezclaban con las ocurrencias de Chacalita y el chato Guevara entre otros, fueron recuerdos inolvidables que se fueron apagando con las camisas firmadas y la graduación a fin de año. Mientras algunos compañeros se perdieron de vista, Román era fiel a las nostalgias, no era seguido pero a veces se venía caminando desde Ricardo Palma (donde recidía) haciendo un Tour de visitas a los compañeros de la promo, incluso junto a Edwin me visitaban para “cagarnos” de la risa en una interminable charla sobre los compañeros y profesores del Santa Rosa. En estas visitas ya no cargaba con su morral verde olivo, cada día que pasaba Samuel Román cargaba menos equipaje y menos peso en su cuerpo, cada día que pasaba su andar era más pausado y menos entusiásta.


   La Universidad fue tejiendo distancia e ingratos olvidos, disolviendo en algunos casos y estrechando en otros el cómplice compañerísmo del colegio. Román me dejó de visitar como agua de  río que discurre para nunca más volver, y, casi sin notarlo dejé de recordarlo. Salvo alguna escaza noticia de que “estaba enfermo”, sin saber de qué, una mañana sabatina Edwin Ramos, después de muchas Lunas, me volvió a visitar sin el “Samuelito” que lo acompañe (así lo llamábamos después del colegio), estrechándome su mano fría y sudosa para el saludo, y sin la sonrisa habitual, su rostro pálido expresaba, en una extraña mueca, la consternación de la última noticia de Román. Después de un profundo suspiro, serenamente narró la triste despedida de Samuel quien, doblegando la depresión de un desauciado pronóstico, emprendió a pie el último viaje para despedirse apoyado de un “bastón”, de sus  amigos más cercanos. Como reuniendo las últimas fuerzas que le quedaban y sin el morral de campaña que tanto le gustaba despidióse uno a uno de los amigos que lo querían, sin aceptar la ayuda y compañía de los mismos, decidió cargar sólo en su andar con la tristeza y el adiós hacia la innegable eternidad. En ese instánte recordé que semanas atrás un muchacho de aspecto solitario vino a buscarme pero no me encontró, creí y quise creer que fue Román quien caminando desde Chosica quiso también despedirse. Esta fría noticia me descompuso, caminé de mi vereda hacia el medio de la calle, levanté la vista y girando 360 grados volví a ver los cerros Chosicanos que planeábamos explorar, en esas interminables tertulias, junto a Samuel Román; coincidentemente (aunque no lo crean) un vecino ensayaba con su banda un “cover” de esa hermosa  y  triste canción de Kansas “Dust n´ the Wind”, los ojos se me aguaron y caminé  hasta la esquina junto a Edwin taradeando: "I close my Eyes, only for a moment and the moments gone, all my dreams, pass before my eyes a curyosity... dustn´ in the Wind, all there are is dust n´ the Wind...I will are  is dustn´the wind, now dont hang on, nothing last forever butthe earth and Sky..." ("...cierro mis ojos sólo por un momento y el momento se ha ido, todos mis sueños pasaron ante mis ojos una curiosidad... polvo en el viento, sólo somos polvo en el viento ... ahora resiste, nada dura para siempre, excepto la tierra y el cielo...").

   
 Un año después de lo acontecido me encontré, en una Combi, con “pocho” De La Cruz, quien  ya no era ni sombra de aquel personaje odioso y desleal que tanto martirizaba a algunos compañeros, parecía que el tiempo no había sido generoso y lo estancó en el tamaño que intimidaba en la secundaria; conversamos amistosamente  de los inolvidables años Santarrosinos, lo guapié, lo jodí y él se reía y tolera las bromas irreconociblemente; al aproximarse mi último paradero me despedí y él no aguantó la curiosidad y me preguntó si el Morral que yo llevaba en la espalda era igual al de Román, le dije que sí, pero con los parches bordados de la Marina que él me regaló...


FIN

miércoles, 19 de enero de 2011



Crónica de Una Camiseta Sudada

  
     El 4-0 del último fin de semana tuvo un preámbulo por demás interesante que me gustaría narrar, pues al lector interesado en estas líneas seguramente desconoce de ciertos detalles que conspiraron a favor del  merecido tricampeonato. Este año le prometí a mi mujer que no volvería a jugar por las olimpiadas de ex alumnos, debido a que en años anteriores generaba en mí sentimientos de culpa, nostalgia, depresión, estrés, ansiedad, insomnio desmedido y una erotomanía que el placer termina  convirtiéndose  en una verdadera tortura. Los correos previos a tan esperado evento alimentaron mi angustia de tan sólo pensar en estrenar unos chimpunes dorados que a escondidas compré el otoño pasado, pero el placer de contemplarlos en mis pies y sentir las felinas costuras de la marca terminaron  delatándome cuando mi hija le dijo a su Mamá que Papi tenía unas zapatillas doradas como su “Barbie Ballerina” que en ese mismo otoño también le compré; demás está decir que gasté un amplio repertorio de disculpas y promesas que Ella implacablemente rebatió con la cruel sinceridad que ante las pruebas una mujer se permite  acribillar, es más, las finas sutilezas propias de su género  ante tan mordaz y cáustica crítica me hicieron pensar que mejor estaría Yo casado con “Katty Perry” a estarlo con una descendiente del más cruel Samurái; pero si en algo los hombres podemos ganarle a las mujeres es en cansancio, estuve un mes llenándola de mimos y detalles que hicieron quebrantar su férrea voluntad e inagotable  inteligencia en favor de una tregua que vence a finales de este año, es decir, después de diciembre ¡no más fútbol!.
 “Toda promesa tiene fecha de expiración”, con esta frase de cosecha personal puedo resumir el párrafo anterior para situarme en el primer partido contra la 91; encuentro que no pude asistir por estar inmerso en las negociaciones para participar optimistamente en la segunda fecha y no en la final haciéndole  barra a la “Gloriosa Noventa” como apodamos Rafael y Yo.  Los vanos intentos de Roberto con sus reiteradas llamadas para jugar ese Domingo ahondaron mi ansiedad sumiéndome en una profunda tristeza al pensar que por mi culpa, mi grandísima culpa podía la Gloriosa 90 perder por W.O. , o que, los jugadores de contrabando y/o mercenarios podían hacernos perder en mesa, típica estrategia de nuestro archirrival la 86´. Pero la fortuna siempre está de lado del campeón y la promo sacó a relucir el pundonor dormido después del último campeonato del 2009 para imponerse sobre un rival que este año se esforzó por reunir lo mejor de sí.
Los días de la semana siempre se alargan para el enfermo en ansiedad pues, como el amor es impaciente, el fútbol es lo que más se le parece en cuanto a pasión se refiere y, los caprichos de tan intensos sentimientos provocaron una andanada de correos electrónicos en los que el tenor era  invocar, suplicar, convencer, seducir, a aquellos díscolos compañeros que innoblemente no correspondieron al amor por la camiseta de la “90” el Domingo pasado. Primero el chato Guevara me escribió un breve pero correctísimo Mail en donde muy educadamente (que diferencia a los que le escribe a Julio) invoca  aplacar mis pérfidos sentimientos hacia la promoción que me vio nacer y asista al encuentro que se venía, debido a que, por múltiples circunstancias el equipo llegaría disminuido al Domingo y con la ausencia importante de sus más destacadas figuras. Segundo, Raffo, cuando no, me abordó, para vergüenza mía en el Facebook, pidiéndome no traicionar la unión y solidaridad  que antaño efervecía en nuestros tiempos mozos  exponiéndome mil y un razones  por las que debía considerar mi honor en juego. Mi  red social colapsó por un sin número de comentarios invocatorios de enlaces ajenos a la promoción, esto casi se volvió una cadena  exhortándome a jugar, ex compañeros/as de trabajo, universidad y la de alguna avezada trampa escribieron comentarios que la ironía criolla sólo se atrevería a comentar. Con un sin fín de pruebas, fue más que contundente, que mi promesa de no volver a jugar por la Gloriosa Noventa, debía discurrir en el más profundo olvido; borrando uno que otro comentario comprometedor sustenté a la dueña  de mi cama las razones por las que debía jugar, prometiéndole una vez más que el próximo año, por mi propia salud mental, no volvería a jugar.
“Todo partido es una historia de amor aparte y como en todo romance, ronda también la tragedia”, con esta otra frase de mi cosecha personal me situaré en la antesala del segundo encuentro que se tornaba cada vez más polémico, pues me cayó como agua fría la felona actitud (una vez más ) de la 86 en cuanto respeto y decencia deportiva se refiere, imitando el glorioso e inexpugnable Naranja que convertido en armadura deportiva nos acompañó en el bicampeonato anterior; estos “abuelos de la nada” sin respeto alguno y echando por tierra su identidad osaron imitar nuestro uniforme con el único fin de Jodernos psicológicamente en una especie de guerra preventiva que no estábamos dispuestos a tolerar, luego, la cantada inasistencia de las figuras del equipo contra la 89´ puso nervioso a más de un compañero que se fiaba de la buena voluntad de Dios para que los refuerzos  recientemente convocados asistiéramos sin falta a ese partido. Por mi parte mi mujer notó sospechosamente algunos comentarios en mi red social algo subidos de tono cuando le mostré la generosa cadena  de comentarios que instigaban a volver a vestirme de corto. Separando las distancias mi Facebook se convirtió en mi propio “Wikileaks”  que amenazaba con impedirme jugar, pero en un arranque de cinismo negué cualquier maliciosa interpretación e intencionalidad hacia los repechajes con trampas pasadas por lo que Ella debía dormir tranquila. Para aplacar la angustia del partido con la 89´ empezó a volar mi imaginación comparando al equipo de la 90´con una Legión Romana, usé la metáfora como simbolización y desempolvé algunas palabras en latín de mi memoria que el Ex Director del Santa Rosa, R.P. Reynaldo Rodríguez me enseñó en San Marcos. Colgué en el muro de la red social algunas frases en tono épico que emocionaron a más de un compañero. La imagen de nuestra promoción envalentonada como una inquebrantable Legión conquistadora animó a más de uno como Leonardo y Rafael que el día del partido frotó sus manos con la tierra del campo de batalla imitando, acaso, a Russell Crowe en la película “Gladiador”. Sea por lo que fuere, por simple cábala o destino, esa figura me emocionó y para no quedarme atrás invoqué mis plegarias al “Sol Invicto”, aquella deidad usada por las legiones Romanas antes de una batalla.
El contundente 3-0 con que derrotamos a la promo de Pankuka y el Chino Chang auguraba un camino que se fue trazando desde que se inauguró las Olimpiadas de Ex alumnos; la hegemonía y paternidad de nuestra Gloriosa 90´ frente a otras promociones se debe a la actitud y disciplina forjada en la memoria viva de la nostalgia del compañerismo colegial, más identidad que esa, ninguna. Al terminar el partido restregué mi cabeza con la camiseta naranja sudada, sentí el olor de mi esfuerzo, extendí mis brazos para sentir la gloria, volví a Ser niño, volví a sentirme héroe otra vez. 
“Ningún Ejército es invencible, más aun cuando la arrogancia aplaca el espíritu y ahoga su Corazón”, con esta última frase de mi cosecha personal  me ubico en el último Domingo que Campeonamos. Érase una semana atípicamente lluviosa y calor de bochorno, Chosica terminaba su semana mojada desde los cimientos hasta sus techos llenos de cachivaches, el agua fluía por los desfogues y Yo pensaba que el encuentro que se avecinaba iba a estar plagado de mosquitos, verde fangoso, garúa improvisada y la violencia desmedida producto de la mala leche del negro Mendoza y Cía.
 “…el clima se muestra ambiguo, en las Legiones estamos acostumbrados a los ambientes extremos como el calor de Siria y Palestina frente a flechas Partas, o, a lluviosos contra las hordas de bárbaros Alamanes a orillas del Rin…”                                          
                                                             ( Dionisio"Anábasis Legionaria”).                                                          
Me equivoqué. Muy temprano por la mañana el Sol despuntaba su enérgica presencia entre nubes de algodón, mi “Sol Invicto” se mostraba generoso por aclimatar un día que se torna auspicioso para la “Gloriosa Noventa”. Sí, mi Legión de compañeros calentaban los ánimos sulfurados desde sus hogares, algunos como Yo quebrantamos la ley de “no sexo” antes de un partido pero como ya expliqué líneas atrás esta fecha me vuelve insoportable. Al llegar al estadio desde la puerta divisé un color naranja familiar, pero la contextura casi obesa y las “pipas” beligerantemente cheleras de esos “entes” me llevaron a la conclusión que afanosa la 86´estaba decidida a fraguar algún ardid en contra nuestra modelando, ufanos Ellos, las burdas imitaciones de nuestro naranja Bicampeón, los muy ilusos dejaban al descubierto que por debajo de la mesa nos robarían la titularidad de nuestra camiseta en cancha mandándonos a jugar con el vil oprobio de los chalecos, pero no contaban con que nuestros “estrategos” les tenían reservada una sorpresita a minuto de empezar el juego. Mientras las nubes ensombrecían brevemente el campo, mis colegas de armas ya calentaban  con estiramientos y la calistenia  que aprendieron  en las clases de educación física con el profesor Fernández allá por los ochentas; la lista de integrantes de la promo se lucía completa, soldados, mercenarios y centuriones se apresuraban a enfundar las indumentarias de la ocasión, fajas para disimular la vida sedentaria, doble media, canilleras, tobilleras para resistir alguna artera patada, y por supuesto lo equivalente a la “cota militar” nuestro naranja bicampeón mostrábase  radiante, lavado y perfumado con “Caricia”, de su color, tan intenso como las cosechas en “Huando” nadie dudaba que nuestra camiseta haría delicias en el campo y haría pagar caro la insolencia de la 86´, nuestro naranja flamearía como banderas o estandartes de nuestra Legión, e usaríamos las suyas de trapeador mordiendo el polvo de la frustración en otra Olimpiada más. El ánimo de los nuestros estaba al tope, Roberto y Raffo lucían hidratados, Pepe impaciente y provocador como cuando entrenábamos adolescentes en “El Bosque”, Diego enfundaba su cuerpo de fajas “Kevlar” como un legionario romano cubría, en tiempos antiguos, la “Lorica Segmentaria”; Roque dilucidaba sobre mundos paralelos y “el cabezón” apagando el caldero por la amanecida de su cumpleaños; es decir, la moral alta predecía a cinco minutos de la batalla, la entrega absoluta por el tricampeonato. Como no todo en la vida es perfecto,  Octavio nos trajo la noticia: ¡no jugaríamos con nuestra camiseta titular! La pícara “argolla”, esa felonía típica de los compadrazgos, amarres y de la muy limeña mediocridad conspiraron a desfavor nuestro para que nuestra camiseta campeona pierda su intensidad cubierta del asqueroso trapo de un chaleco desde el último Domingo sin lavar. Como era obvio desde tiempos del clásico “apanado” colegial, el equipo se le fue encima a Guevara increpándole por este nuevo insulto a nuestra Gloriosa Noventa, pero en este campeonato las reglas no las hacen los vencedores sino los argolleros.  El chato soportó estoicamente la gran “puteada” del equipo pero como ya se las olía desde la reunión de delegados, abrió su maletín repartiendo, como las barajas de un Póker, las nuevas y bien entalladas camisetas ahora Azules como España Campeón mundial. El jolgorio se apoderaba de la noventa, la promoción 86´no salía de su perplejidad al vernos enfundar nuestras nuevas y relucientes armaduras azules igualitas al último campeón del Mundo, tan mortal imagen disipó cualquier duda sobre quien campeonaría este año, nuestros cuerpos ahora lucían la dignidad propia de un campeón; después de eso, lo demás es historia conocida.
Narrar los entretelones del partido, los pases, las alineaciones es ejercicio ocioso para mí, eso se lo dejo a Raffo y su habitual entusiasmo, por mi parte diré que el segundo Gol a favor nuestro definió el partido, los cambios fueron pertinentes y la entrega de los muchachos fue a muerte. Las camisetas dignas de un piscinaso por el sudor y el último Gol del chato como rectificando el mal rato de las camisetas sellaron una tarde redonda, clavarle 4 veces nuestro estandarte en sus redes fue un orgasmo múltiple que sacudió el estadio por sus cuatro costados, levantamos nuestra Copa como los campeones que somos, gritamos hurras y nos tomaron harta foto para las páginas de sociales, es decir nuestra Legión se ganó la inmortalidad, los dioses nos coronaron con el Olivo y nuestros poetas cantarán el tricampeonato por tres siglos más.
                                         
                                                       “…Mis Legiones ganan batallas hasta con los pies…”  
                                                                                                                                 ( Julio César).
    No me quedé en la orgía sangrienta de las celebraciones por el “repaso” al enemigo, es decir, no me gusta hacer leña del árbol caído, prefiero el calor del hogar donde sigo siendo un “Rey depuesto” por la dictadura de las mujeres de mi vida. Llegué a casa y me recibió mi princesa con la convicción de saber que Papi volvió a ganar; sudado y extenuado miré a mi mujer quien con una sonrisa de satisfacción me dijo que no tenía remedio, ¡hombre al fin y al cabo!.  Este Legionario por la noche contempló otra vez la camiseta azul campeona; sudada hasta el tuétano dispuse meterla en la lavadora cuando mi mujer me retuvo el brazo para decirme “no la laves, vuelve a sudarla conmigo” a lo que sólo puedo agregar, que esa noche, volví a campeonar una vez más y por goleada, por supuesto.
                                                                                     FIN…