UN REY DE MARFIL
Quienes conocemos sobre la
fragilidad de nuestro ecosistema amanecimos con estupor al ver la foto de Juan
Carlos rey de España cazando elefantes en la república africana de Botsuana. En medio del agridulce aroma
del café recién pasado y las tostadas untadas en mantequilla, extiendo la
prensa local sección internacional para entrever este acto infame y poco digno
de su investidura que desdibuja la imagen de la casa Real española en tiempos
socialmente convulsos y aciagos para su economía. Los principales actores
políticos en la madre patria pronunciaron su desazón al ser consultados sobre
la actitud del soberano quien perenniza con imágenes la poca prudencia y
despiadada crueldad con la que posa frente a un abatido animal cuya nobleza se
yergue en sobrevivir con prestancia y señorío en una de las tierras más duras e
impredecibles del planeta como es África. La prensa calificó el viaje como
irresponsable y peor aun si fue viaje privado en plena crisis económica
reafirmando aquellas voces que disienten sobre la monarquía y el gasto fútil y
frívolo que ostentan. El rey Juan Carlos fue un gestor relevante
en la transición española a la democracia y quienes no conocen mucho de
su trayectoria lo hicieron cuando le espetó aquella famosa frase “¡Por que no
te Callas!” al histrión e impertinente llanero venezolano. Tampoco estuvo ajeno
a la prensa rosa de su país, una de las más mordaces del planeta, también cazó
“palomas”, mejor si estas cantaban y se apellidaban San Basilio. La monarquía
se solaza de intocable, los escándalos morales rara vez son zanjados con una
disculpa pública, siendo el silencio el mejor aliado pues so pretexto de
proteger la institucionalidad real pocas veces o casi nunca los vemos
pronunciarse públicamente salvo una ambigua e impersonal nota de prensa.
Toda cacería es un acto de barbarie y peor
aun si abatimos a un animal en peligro de extinción sólo por el hecho de ver
expuesto nuestro trofeo de marfil en algún escaparate del palacio de la Zarzuela u ostentar la imagen en algún dorado álbum
familiar. A estas alturas no demostramos la calidad de nuestra testosterona
cuando agazapado disparamos a un elefante que dormita a la sombra de un árbol o
mastica las ramas del mismo en la sabana africana, ni cuando E. Hemingway le
dispara a un rinoceronte apunto de embestirlo o Putin a un Tigre de Bengala en
el oriente Ruso. En la prudencia encontramos el coraje y la valentía para que
el Rey enfrente la crisis al lado de su pueblo quien no goza del estímulo de
antaño y reflexiona sobre el costo del “estado de bienestar” heredad del PSOE
de Zapatero. Al igual que el caprichoso humo del café se extingue cuando se enfría
su estimulante contenido, la realeza española demuestra que con actos
deleznables su tradición se vuelve
rancia y fría, la majestad institucional no tiene la creatividad de
reinventarse, ni menos goza de la calidad de un añejo vino de la Rioja. Supongo que Juan Carlos
no tendrá corazón para regalarles a sus nietos un elefante de peluche como los
que suele asesinar con dinero público, la faena africana puede “dañar la imagen de la monarquía fuera y
dentro del país” como lo sentencia el primer ministro Rajoy. La victoria
del rey sobre un animal indefenso es pírrica, el costo de un cartucho puede
salirle tan caro como el marfil en el mercado negro, valiendo solo su legado al
peso de un esculpido rey de marfil.
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