"...el pasado no tiene peso en la gravedad del ahora..."

Arturo Meneses Arce: Escritor en ciernes, Poeta varado, Filósofo superado...

lunes, 16 de abril de 2012


UN REY DE MARFIL



    Quienes conocemos sobre la fragilidad de nuestro ecosistema amanecimos con estupor al ver la foto de Juan Carlos rey de España cazando elefantes en la república africana de Botsuana. En medio del agridulce aroma del café recién pasado y las tostadas untadas en mantequilla, extiendo la prensa local sección internacional para entrever este acto infame y poco digno de su investidura que desdibuja la imagen de la casa Real española en tiempos socialmente convulsos y aciagos para su economía. Los principales actores políticos en la madre patria pronunciaron su desazón al ser consultados sobre la actitud del soberano quien perenniza con imágenes la poca prudencia y despiadada crueldad con la que posa frente a un abatido animal cuya nobleza se yergue en sobrevivir con prestancia y señorío en una de las tierras más duras e impredecibles del planeta como es África. La prensa calificó el viaje como irresponsable y peor aun si fue viaje privado en plena crisis económica reafirmando aquellas voces que disienten sobre la monarquía y el gasto fútil y frívolo que ostentan. El rey Juan Carlos fue un gestor  relevante  en la transición española a la democracia y quienes no conocen mucho de su trayectoria lo hicieron cuando le espetó aquella famosa frase “¡Por que no te Callas!” al histrión e impertinente llanero venezolano. Tampoco estuvo ajeno a la prensa rosa de su país, una de las más mordaces del planeta, también cazó “palomas”, mejor si estas cantaban y se apellidaban San Basilio. La monarquía se solaza de intocable, los escándalos morales rara vez son zanjados con una disculpa pública, siendo el silencio el mejor aliado pues so pretexto de proteger la institucionalidad real pocas veces o casi nunca los vemos pronunciarse públicamente salvo una ambigua e impersonal nota de prensa.
  
   Toda cacería es un acto de barbarie y peor aun si abatimos a un animal en peligro de extinción sólo por el hecho de ver expuesto nuestro trofeo de marfil en algún escaparate del palacio de la Zarzuela  u ostentar la imagen en algún dorado álbum familiar. A estas alturas no demostramos la calidad de nuestra testosterona cuando agazapado disparamos a un elefante que dormita a la sombra de un árbol o mastica las ramas del mismo en la sabana africana, ni cuando E. Hemingway le dispara a un rinoceronte apunto de embestirlo o Putin a un Tigre de Bengala en el oriente Ruso. En la prudencia encontramos el coraje y la valentía para que el Rey enfrente la crisis al lado de su pueblo quien no goza del estímulo de antaño y reflexiona sobre el costo del “estado de bienestar” heredad del PSOE de Zapatero. Al igual que el caprichoso humo del café se extingue cuando se enfría su estimulante contenido, la realeza española demuestra que con actos deleznables su tradición  se vuelve rancia y fría, la majestad institucional no tiene la creatividad de reinventarse, ni menos goza de la calidad de un añejo vino de la Rioja. Supongo que Juan Carlos no tendrá corazón para regalarles a sus nietos un elefante de peluche como los que suele asesinar con dinero público, la faena africana puede “dañar la imagen de la monarquía fuera y dentro del país” como lo sentencia el primer ministro Rajoy. La victoria del rey sobre un animal indefenso es pírrica, el costo de un cartucho puede salirle tan caro como el marfil en el mercado negro, valiendo solo su legado al peso de un esculpido rey de marfil.

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